17/10/2012

Sistema electoral más proporcional

Habiendo hablado en anteriores entradas del Senado y de la elección del Presidente del Ejecutivo, voy ahora al sistema electoral de las elecciones al Congreso de los Diputados, que por vías indirectas es crucial en el sometimiento del Ejecutivo al Legislativo. Tomo como referencia el Informe del Consejo de Estado sobre las propuestas de modificación del régimen electoral general para hacer una propuesta que es variación y va más allá de una de las apuntadas por éste.

Empecemos por dos de los defectos principales que se achacan al sistema actual, establecido por la LOREG del 85 (punto IV.2.1. del Informe):
  • La distribución de escaños entre circunscripciones: el mínimo de representación a que obliga la Constitución está fijado por la actual ley electoral en 2 diputados por provincia y uno por ciudad autónoma, por lo que sólo 248 escaños se reparten proporcionalmente a la población, lo que hace que en las provincias menos pobladas los escaños cuesten menos votos, o lo que es lo mismo, que en las más pobladas los votos valgan menos escaños.
  • La asignación de escaños a las listas votadas en cada circunscripción: el sistema de reparto D'Hondt vigente favorece a los partidos mayoritarios en cada circunscripción en detrimento de los minoritarios. En la práctica esto beneficia a los dos grandes partidos nacionales, que atraen el voto útil de la izquierda y la derecha, y a los nacionalistas, que tienen sus escasos votos concentrados en unas pocas circunscripciones, y perjudica desde hace tiempo a IU y últimamente a UPyD (por tener una referencia, en las elecciones generales de 2008, IU tuvo el triple de votos que el PNV, pero un tercio de diputados; o en las de 2011, UPyD tres veces y media los votos de Amaiur pero 5 diputados frente a 7, etc.). No cabe duda de que esta regla, unida al sistema de elección de Presidente del Gobierno del que ya me he ocupado, ha contribuido a la deficiente representación de las ideas de los españoles y a la desproporcionada capacidad de exigencia de partidos minoritarios de voto concentrado geográficamente en aras de la estabilidad política, asentando la posición de los dos grandes partidos.
En su informe, el Consejo de Estado enumera claramente y analiza algunas de las reformas propuestas; por situarnos en el escenario en que nos movemos, las resumo a continuación. Algunas ya están dentro del abanico de opciones que la Constitución permite:
  • Reducir la representación mínima por provincia de 2 a 1 diputado.
  • Aumentar el número de diputados a 400.
  • Sustitución del sistema de reparto de escaños D’Hondt por uno más proporcional.
  • Eliminación del mínimo del 3% de votos por circunscripción para que una lista se considere en la asignación de escaños.
Otras requerirían reforma constitucional:
  • Consideración de la Comunidad Autónoma como circunscripción electoral.
  • Supresión de la representación mínima inicial por circunscripción.
  • Establecimiento de una circunscripción nacional para la elección de parte de los diputados y la distribución de restos de votos.
Actualmente hay una situación que me parece particularmente indeseable en el sistema electoral que tenemos en España, y es el que los votos que no consiguen contar para la asignación de escaños en una circunscripción (los llamados “restos”) resultan literalmente inservibles. En algunos casos, reunidos todos estos restos a nivel nacional suponen un número de votos considerable, llevando a situaciones paradójicas como las descritas arriba.
El Consejo ofrece en el punto IV.3.1.c.iv “Opciones para la mejora de la proporcionalidad del sistema” una opción de distribución de escaños según restos que se mantiene dentro de la Constitución porque mantiene como circunscripción electoral la provincia, ya que las listas sólo se podrían presentar por provincias.
Yo presento a continuación un sistema que va un poco más allá en ese aspecto de reunir restos y atribuirles escaños, y que sí requeriría la reforma constitucional, ya que incluye una circunscripción nacional; pero que en todo caso pretende corregir varios defectos en el planteamiento y en la práctica electoral del actual sistema de atribución de escaños.
Este sistema tendría las siguientes características fundamentales:
  • Las circunscripciones tendrían dos niveles: las diversas territoriales (como las que existen en el sistema actual) y una a nivel nacional por encima de ellas, que se podría votar desde cualquier circunscripción.
  • Los partidos podrían presentar listas en cualquiera de ellas, incluso combinando varias (es decir, presentando la misma lista en varias circunscripciones).
  • Allí donde un partido presentase una lista territorial además de la nacional, los electores podrían optar por cualquiera, aunque no por ambas a la vez.
El procedimiento constaría de los siguientes pasos:
  1. Se determina el número de diputados a elegir mediante la regla que sea (o estableciéndose un número fijo como ahora).
  2. Se determina el número de votos que otorgan un escaño (lo que se llama cuota electoral = votos totales válidos emitidos / nº diputados a elegir).
  3. En cada circunscripción, a cada partido corresponden tantos representantes como sea el cociente entero de la división del número de votos obtenido entre la cuota electoral. Dicho de otra manera, se “rellenan” los escaños de cada lista con los votos que obtiene, quedando el resto que no alcance el mínimo necesario para un escaño.
  4. Estos restos (es decir, los votos de los partidos que por el cálculo anterior no hayan servido para otorgar representación) se acumulan entre todas las circunscripciones territoriales con los votos obtenidos por el partido en la circunscripción nacional, y se asignan en ésta los escaños del mismo modo que en 3.
  5. Como aún quedan restos de votos y escaños sin cubrir (porque en los pasos 3 y 4 se ha cogido la parte entera), dichos escaños serán otorgados a las listas de la circunscripción nacional que tengan los restos mayores.
Este procedimiento gozaría de las siguientes, en mi opinión, virtudes:
  • Todos los escaños valdrían el mismo número de votos, en todas las circunscripciones, evitándose la actual distribución desigual de escaños según circunscripciones.
  • Frente a la exagerada situación actual, se perdería en restos un número de votos mínimo, ya que sólo quedarían sin escaño formaciones que no lograsen reunir en total el número de votos mínimo para obtener un escaño.
  • Se obligaría a los partidos a evidenciar de cara al votante la unidad de sus candidaturas en diferentes circunscripciones, en especial frente a la tendencia que coaliciones, que tienen la intención actuar a una, pueden mostrar a presentar siglas diferentes según el territorio de que se trate.
  • Permitiría a los partidos una flexibilidad presentando listas de acuerdo a sus intereses e ideas, pues podrían agrupar varios territorios en una misma candidatura, o sólo presentar listas específicas en algunos territorios y en el resto dejar sólo la nacional, o presentar sólo una lista nacional. Generalizando aún más este principio, se podría permitir que cada partido elaborase sus circunscripciones particulares, presentando listas específicas en una selección de colegios electorales de su elección: el votante seguiría teniendo para ese partido papeletas con la lista nacional y, en su caso, con la particular de su territorio que el partido plantee.
  • Los partidos tendrían que vincular más los candidatos a las circunscripciones, evitándose así el “paracaidismo electoral” (la habitual práctica de las direcciones de los partidos de colocar en primera línea nombres conocidos desligados de las bases): los electores disgustados por tal práctica, que creyesen que dichos “cabezas de serie” no representan adecuadamente a su territorio, podrían obviarlos y votar directamente a la lista nacional, en caso de existir.
  • Se fomentaría la participación mediante la competencia entre circunscripciones, incentivándose el voto de quienes deseasen que su sufragio fuese a parar a un representante específico de su territorio en lugar de acumularse para la lista nacional.
  • Se obtendría una representación fidedigna de las ideas de los votantes, y aunque esto pudiese producir una fragmentación parlamentaria  indeseable para la estabilidad del Gobierno, habría que tener en cuenta determinadas reformas en la elección y destitución del Presidente como las que ya he tratado en entradas anteriores del blog.
  • El número de diputados no afectaría apenas a la proporcionalidad del sistema, con lo cual sería irrelevante el debate de si conviene aumentar el número de diputados para aumentar la proporcionalidad frente a reducirlos para ahorrar gastos.
No entro en ningún momento en el modo en que a esos escaños se les pondrían nombres concretos de diputados. Estoy dando por hecho que la representación mediante partidos sirve para reflejar las ideas de la gente, y que éstas son representadas por los partidos y sus ideologías, no por los nombres concretos que ocupen los escaños. Por tanto estoy considerando que la atribución de escaños a los partidos sería independiente de la capacidad de los ciudadanos para mover nombres en las listas mediante un sistema de listas desbloqueadas (cosa que el Consejo de Estado también repasa en su informe).

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